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Por años,

y me refiero a físicamente por años,

…fui una de las miles de voces que pedían, reclamaban, que Twitter integrara un botón de edición a su plataforma. Ahora que, por fin, si bien de manera limitada, la red de microblogging parece estar preparándose para hacerlo, nos hallamos, de pronto, con que, quizás ya no importe.

Entiendo que se hace necesario aclarar esa afirmación. Por supuesto que la llegada, si se da, del botón de edición es un hecho de celebrar, que responde a una demanda popular basada en el uso, que mueve a la red hacia la transparencia y, si se usa de manera adecuada, cualifica el contenido que alimentamos quienes nos llamamos, hace más de una década, tuiteros.

Pero digo que es posible que ya no importe, porque a lo largo de los años que le ha tomado tratar de definirse, de descifrarse, Twitter ha evolucionado y hoy por hoy cualquier cosa que haga no va a bastar a menos que la haga de manera que trascienda los confines de su propia plataforma.

Primero, en caso de que no los conozca aún, algunos detalles: el botón de editar solo permitirá cambiar el texto de un trino por un espacio fijo de tiempo (se habla de 30 minutos) y solo por un número determinado de veces. La red habilitará un historial para que todos puedan ver exactamente qué cambió en el texto y, por lo menos por ahora, solo podrán usarlo los suscriptores de Twitter Blue, el servicio de pago de la empresa.

Pero mi tesis es que los aciertos de Twitter -imagino que también sus errores- solo adquieren una dimensión trascedente, efectiva, cuando impactan más allá de la plataforma.

Me explico: En los últimos dos años, cuando se dio cuenta de que servir para todo y para nada no era un gran pitch de venta, y cuando la innegable toxicidad del discurso en su red se volvió una traba con impacto comercial, Twitter se lanzó en una espiral de cambios que aceleró el ritmo de desarrollo de sus productos de una manera que no vimos antes.

Todos estos esfuerzos estuvieron enmarcados en la directriz del por entonces CEO de Twitter, Jack Dorsey, de construir desde Twitter una plataforma descentralizada y estandarizada para social media de la que la red del pajarito azul sea solo una parte. El proyecto fue bautizado como ‘Bluesky’.

En el proceso, entre tanta prueba y error, entre los Vines y los Fleets y los Spaces y cada nuevo intento de copiar a Instagram o a Snapchat, Twitter comenzó a distribuir software a niveles masivos. Hoy pocos pondrían en duda que la red existe efectivamente más allá de los confines de su marca: muchos hallamos habitualmente trinos incrustados en sitios web, o los vemos como capturas de pantalla en videos de YouTube o en noticias por televisión.

Twitter ha sido diligente en mejorar su propia aplicación y en cumplir sus promesas en cuanto a luchar contra las noticias falsas y el discurso de odio. Queda por verse cómo impactan esos esfuerzos las cifras de usuarios o el éxito Twitter Blue. Pero haríamos bien en no olvidar que el impacto cultural de Twitter se mide en dimensiones que trascienden con mucho la popularidad concreta de la aplicación.

Y en esas dimensiones, el botoncito de editar puede crear más problemas de los que resuelve.

La cosa es así: Bluesky ofrece a los desarrolladores del mundo un protocolo de red social descentralizado que operaría sin un gobierno central, lo que significa que Twitter, aunque por supuesto basada en ese protocolo, solo controlaría su propia aplicación. En principio, plataformas sociales como Parler o Gab podrían trasladar sus plataformas para beneficiarse de la estabilidad del protocolo de Twitter.

Los desarrolladores podrían, entonces, crear aplicaciones con diferentes interfaces o métodos de curación algorítmica. Un modelo descentralizado sería, si se masifica su uso, crear nuevos y más efectivos estándares de moderación, de hecho, proteger a los usuarios ante eventuales intentos de censura.

Pero es ahí donde el botón de edición se vuelve un problema. Sí, por un lado da respuesta, por fin, al reclamo más frecuente y más enfático de usuarios -sí, como yo- y ofrece un mundo de trinos en los que una coma mal puesta o un lapsus momentáneo pueden ser fácilmente reparados. Pero por el otro…

Por el otro es un cambio tectónico en la manera en que funciona Twitter, en cómo se producen y consumen los mensajes. Si un solo tweet puede ser cosas diferentes en diferentes lugares, dependiendo de dónde lo esté viendo un determinado usuario, Twitter, que ha llegado a ser en muchos sentidos el archivo de la historia y su relator en tiempo real, podría, de pronto, ser algo menos confiable. En especial si, a la vuelta de unos años, el botón de editar deja de ser un privilegio de la élite azul y pasa a ser una función disponible para todos.

Definitivamente, hay que tener cuidado con lo que se desea.

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