
A veces, digital no es suficiente.
Desde el 2000 estoy en digital. Al inicio de mi carrera profesional me apasionó el internet y sus posibilidades, empezaban las .com y todo era nuevo.
Todo era rápido, cambiante, y no todos apostaban por el nuevo paisaje.
No fue mi caso. Desde ese primer momento mi misión fue mostrar, exponer, evangelizar.
Veinte años de mediciones, de campañas, de formatos, de segmentación. Veinte años de ayudar a hacer el cambio y de adoptar políticas digitales nos trajeron aquí. Y tenía que ser un virus el que cambió todo.
Claro, hubo avances. Las compañías entendieron que necesitaban un website, campañas SEO, redes sociales, SEM, y todo lo demás. Pero lo cierto es que el tema era diferente en cada empresa.
Mientras que unas acogieron lo digital y se lanzaron con decisión, otras tenían lo básico, solo por cumplir. De pronto, todo cambió y ahora digital debe salvar a la empresa.
¿Lo duda? No piense sólo en las ventas, que en esta coyuntura dependen claramente de digital, piense en la reputación de la marca, que se juega en digital a cada momento.
Las audiencias exigen ver a las marcas que consumen ayudando, donando, haciendo el cambio. Los errores cuestan caro y es con facilidad que se puede terminar en la picota pública. De un momento a otro, digital dejó de ser una parte de mercadeo a volverse el pilar de mercadeo.
Pero no todas las empresas estaban preparadas, o no le hicieron caso a sus agencias digitales o simplemente nunca lo contemplaron.
A un mes y medio de este nuevo orden, sin claridad acerca de cuánto va a durar, las agencias digitales están a tope, midiendo reputación de marca, creando campañas de conciencia social, ayudando a sus clientes a llegar a audiencias y a convertir en digital activando canales.
Ahora cada empresa, de la panadería de la esquina a la multinacional centenaria, saben que dependen del consumo y compra digital, así que se unen a apps de como Domicilios o Rappi o lanzan sus portales de e-commerce para jugar a que sus clientes migren… y compren.
Pero eso no significa que volcarse a digital, en especial si hasta ahora lo hace, necesariamente traiga las ventas que cubran el esfuerzo. Claro, se activa la compra de ropa cómoda, pijamas, sudaderas y ropa deportiva para entrenar en casa, pero las botas, las chaquetas, los vestidos, jeans y tacones…
Sí, se pueden vender juegos de mesa y videojuegos, pero no espere mover inventarios de bicicletas, patines y carritos. En medio del cierre de plantas y concesionarios, con un grueso de la población confinada a sus hogares, no hay transformación digital que pudiera evitar el golpe a la venta de carros y motos, que en abril cayó en un 98 por ciento.
UberEats le lleva comida y con tiendacerca.co usted accede a los domicilios básicos, pero peluquerías, ferreterías, papelerías, misceláneas y otros quedaron detenidos y no saben cómo arrancar. Y para los que lo están intentando, de nada vale si los clientes no se atreven por miedo a comprar.
Usted lo ha visto: se disparan las cadenas de WhatsApp, los trinos para ayudar a pequeños emprendimientos; súbitamente parece que todos abren su línea personal/empresarial en WhatsApp para atraer a sus clientes. Ya sea SeñorCoco o la empañada a domicilio, de pronto todos están hablando, pero no todos están organizados y no todos tienen una estrategia.
Es la definición de ironía: llegó el momento más esperado para los que llevamos tanto tiempo en este medio, lo digital ES el foco, pero en estas circunstancias deja un mal sabor de boca.
Y como nadie, ni siquiera los que llevamos tanto tiempo en este mundo, puede pronosticar lo que terminará por implicar este cambio, nos vemos midiendo, evaluando, adaptando esta nueva realidad. La idea es que, al final, esto ayude a fortalecer lo que necesitan nuestros clientes pero también ayude a los usuarios y consumidores.
Porque puede que logremos salir de esta para descubrir que al convertir en digital ayudamos a mantener la economía y puede que cuando el mundo se “normalice” todos descubramos que tenemos nuevos hábitos, a la vez más amigables con el planeta y capaces de crear un balance que mantenga a flote a nuestros clientes.
Pero, incluso entonces, mediremos, porque con toda probabilidad no despertaremos en la realidad que teníamos hace dos o tres meses, y las pruebas que hemos enfrentado son solo el inicio de una prueba más grande.
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