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Bueno, a mí. Pero también a mucha, mucha gente.

Es fácil desestimar los pronunciamientos sobre la relevancia del Mobile World Congress como exageraciones de ‘techies’ que lamentan ver cancelada su cita anual en Barcelona.

Y algo hay de eso. Sin duda.

Pero no es por antojo de tapas o por nostalgia de la Sagrada Familia que cada año decenas de miles de actores de la industria se dan cita de esta ciudad.

Si algo prueba la cancelación, motivada por el miedo a convertir a la Fira -el recinto ferial que acoge el evento- en un vector de propagación de una pandemia de coronavirus, es que el riesgo era serio. El peligro, real.

Al fin y al cabo, el MWC es a donde vamos para vislumbrar un mejor mañana.

Cita de la industria

¿Le parece exagerado, verdad?

No lo es. El Mobile World Congress (WMC) es el espacio en el que se conoce -y a veces, se decide- el futuro de la industria de las telecomunicaciones.

Ha tenido su sede en Barcelona desde 2006 y, si todo sigue como iba antes de este año, estará allí, por lo menos, hasta 2023.

Más allá de su impacto directo en la economía de Barcelona, a la que aporta miles de trabajos y millones de euros en ingresos asociados, el MWC sirve para que muchas compañías den a conocer sus novedades en materia de productos y servicios.

Hace rato Samsung y Apple y otros hacen lanzamientos propios, pero no todos tienen el músculo de los de Cupertino o los de Seúl.

Si usted es una start-up en big data o computación cognitiva, o si va a lanzar un teléfono sin una manzanita en la parte de atrás, Barcelona es su plaza.

Temas como la transformación digital y el 5G ven en el WMC el espacio inescapable para convocar a los actores llamados a impulsar su adopción.

Anunciada ya la deserción de nombres como LG, AT&T, Vodafone, Deutsche Telekom, Cisco, era poco lo que podían hacer los organizadores del MWC.

Cuando se retiraron Sony, Intel y Facebook, no quedaba en realidad nada qué hacer.

El comunicado decía: “Hemos decidido cancelar el MWC20 por la preocupación global por el brote del coronavirus y otras circunstancias que hacen imposible continuar con el evento”.

Ahora viene una batalla legal sin precedentes, en la que serán las cortes las que determinen quién acusará el golpe. Para las aseguradoras, una epidemia no es un terremoto, y si los seguros no pagan, muchas empresas perderán mucho dinero.

¿Y si se pierde el FOMO?

El riesgo de fondo para el MWC (y en cierta medida para el CES, IFA y similares) es que episodios como este atenten contra el FOMO (Fear of Missing Out).

¿Por qué? Porque que en gran medida el FOMO es lo que los mantiene vivos.

Por supuesto que podríamos no ir, se dice más de un expositor. Pero, ¿qué tal pase algo que defina la industria por los próximos cinco años y nosotros no estemos allí?

El peligro de que muchos se vean forzados a no ir este año a Barcelona es que descubran que, al final, no pasó nada.

Esto es particularmente grave si resulta que numerosos expositores pequeños y medianos terminan perdiendo dinero por cuenta de este episodio.

Así que la prioridad para los organizadores de la máxima cita mundial de la industria de la comunicación móvil es despejar interrogantes.

Hay que definir el camino hacia adelante y asegurarles a quienes todavía creen en el MWC que hay y habrá un mejor mañana.

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